Fernando II de Aragón, nacido en 1452 en Sos del Rey Católico, fue uno de los monarcas más hábiles, astutos y decisivos de la historia de Europa. Su figura, inseparable de la de Isabel I de Castilla, formó la mitad de la pareja real más influyente del siglo XV: los Reyes Católicos. Pero Fernando brilló con luz propia. Fue un rey que entendió como pocos el arte de la diplomacia, la guerra y el equilibrio político, forjando un legado que moldeó para siempre el rumbo de España y del Mediterráneo.
Desde muy joven, Fernando demostró talento militar y una inteligencia política extraordinaria. Educado en la tradición aragonesa —más abierta al comercio, a las relaciones mediterráneas y a la guerra estratégica—, aprendió a manejar pactos, alianzas, cortes y ejércitos con una maestría que lo convertiría en uno de los grandes arquitectos del poder español.
Su matrimonio con Isabel I de Castilla en 1469 fue un golpe de genialidad política. Unidos por afinidad, visión y ambición, Fernando e Isabel transformaron dos reinos separados en una única fuerza histórica. Aunque cada uno mantuvo sus propias instituciones, sus decisiones fueron conjuntas, sincronizadas y orientadas a un proyecto común: fortalecer la monarquía, unificar la península y proyectar a España hacia el exterior.
Fernando jugó un papel fundamental en la Guerra de Granada, aportando su experiencia militar para coordinar las campañas que, en 1492, pusieron fin al último reino musulmán de al-Andalus. Fue también uno de los impulsores del fortalecimiento del poder real, la reorganización del ejército y la implantación de un sistema fiscal más eficaz. Su habilidad para gobernar con mano firme sin perder el apoyo de las Cortes y de la nobleza demuestra el equilibrio que lo caracterizaba.
Junto a Isabel promulgó el Edicto de Granada, que ordenó la expulsión de los judíos no conversos. Aunque hoy es visto como un acto duro, en su contexto fue parte del proyecto de unidad religiosa que los Reyes Católicos consideraban esencial para la estabilidad del Estado. Este edicto marcaría profundamente la identidad del reino y tendría efectos duraderos en la historia de España.
Tras la muerte de Isabel en 1504, Fernando continuó gobernando Aragón y actuando como figura clave en la política peninsular. Su segunda etapa como rey estuvo marcada por su expansión en Italia, especialmente en Nápoles, donde consolidó la presencia española durante siglos. Su visión mediterránea convirtió a España en una potencia dominante en el sur de Europa.
Fernando murió en 1516, pero dejó una herencia monumental: un Estado fuerte, modernizado y respetado en toda Europa. Su nieto, Carlos I, heredaría no solo Castilla y Aragón, sino un imperio en expansión que pronto daría paso a la hegemonía española en el mundo.
Fernando II de Aragón fue, sin duda, un estratega incomparable, un diplomático brillante y un rey cuya inteligencia política lo coloca entre los más grandes monarcas de la historia.
Esta obra es «Cristóbal Colón ante el Consejo de Salamanca» (o también conocida como «Colón en la Corte de los Reyes Católicos»), pintada por Emanuel Leutze en 1843-1844. - Museo del Prado - Madrid -España
